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French y Beruti o la otra historia de los argentinos

French y Beruti o la otra historia de los argentinos

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Es agradable pensar en French y Beruti como en un par de amigos simpáticos, que salieron a repartir escarapelas en la Plaza de Mayo cuando el sol del 25 asomaba. Toda una imagen patriótica imprescindible a la hora de imaginar la revolución. Pero, ¿quiénes fueron estos hombres a los cuales se los definía en realidad como los Chisperos?

 

Por Sergio Prudencstein

Para comenzar, debemos ser claros: los Chisperos no repartieron escarapelas frente al cabildo. Ni siquiera una. La de la escarapela celeste y blanca es una fantasía creada por los libros de lectura del colegio, que lejanamente intentaron retratar el proceso revolucionario que culminaría el 25 de mayo de 1810.

 

Domingo María Cristóbal French y Antonio Luis Beruti lideraron una particular agrupación de agitadores urbanos, representada por el malevaje porteño y los comerciantes informales de la Plaza de la Victoria. Los criollos veían en ellos simplemente a unos alborotadores. Los denominaron Chisperos Infernales, porque iban armados hasta los dientes con peligrosas pistolas que sacaban chispas. La verdad es que mantuvieron lejos a cualquier español que anduviera por ahí entre el 22 y el 25 de mayo. Había que juntar los votos necesarios que legitimaran a la Primera Junta en el cabildo y sólo los criollos tenían ese poder. Vivían a los tiros, amedrentando a los peninsulares que aún simpatizaban con Cisneros.

 

Si bien el aspecto de estos muchachos debía ser poco menos que inquietante, tuvieron el ánimo de entregar cintas rojas y blancas a modo de pase libre a la plaza para quienes estaban a favor del naciente Gobierno Patrio. Así se aseguraban que la calle les pertenecía.

 

Hay que entender que el ambiente institucional estaba caldeado y la ciudadanía en esa época no era tan refinada como nos han hecho creer. Austera, la administración del cabildo hasta podría decirse que resultaba rústica si se la comparaba con la corte de Río de Janeiro e incluso con las intendencias del Alto Perú.

 

El 22 de mayo, French fue a golpear las puertas del cabildo reclamando que Cisneros renunciara. Claro que no estaba solo. Lo acompañaban unos seiscientos orilleros de San Telmo, San Nicolás y Balvanera. Beruti, por supuesto, protegía la retaguardia. 

Nadie puede asegurar cómo fue el diálogo entre French y el edecán del cabildo, porque el robo de una parte de las Memorias de Beruti nos ha dejado sin información. Pasto de la censura en tiempos de la administración de Juan Manuel de Rosas, capítulos enteros y el diálogo original con las milicias realistas (que supo estar completo allá por 1819), desaparecieron.

 

Es posible sospechar que la inconveniencia de lo que en ese punto decían French y sus Chisperos, molestara de manera especial a la Mazorca que, en este caso en particular, decidió cercenar el tramo completo. Una pena para nosotros, aunque, entre los escritos originales de Beruti conservados en la biblioteca particular de Dardo Rocha, se puede intuir aún el lenguaje tosco y a veces violento que estos agitadores utilizaban. Las Memorias terminaron en el Tesoro de la Biblioteca Nacional y algunos de sus capítulos más importantes se publicaron en 1960 y 2010.

 

De lo que queda de la palabra original de Beruti, se deduce que en tiempos de la revolución, Cisneros, después de mucho acordar con los comisarios de los distritos porteños, simuló una revuelta interna con síndicos pagos que sacaron compulsivamente a los trabajadores a las plazas citadinas para enfrentar a los Chisperos. Como resultado hubo saqueos y falsos clamores populares, por los cuales muchos seguidores de French y Beruti terminaron injustamente presos. La información al respecto no es abundante.

 

Sin embargo existió un motivo de alegría para los historiadores respecto a este asunto. Se descubrió hace poco una nota marginal en el primer tramo de las Memorias de Beruti, específicamente en la publicación del facsímil de 1960. Por un descuido de la Mazorca, aquella margilínea no fue editada. El censor mazorquero no resultó muy hábil, así que, tratándose de un tramo corto, seguramente decidió ignorarlo. Sin embargo,  revelaba el verdadero espíritu de los “jóvenes infernales”.

 

Según se deduce de estas pequeñas anotaciones, la lealtad incondicional a los “radicales de moreno”, hacía imaginar a French que tenía sus días contados. Parece que aquel 22 de mayo le comunicó al edecán del cabildo que a él le resultaba un acto natural ejecutar uno tras otro a los virreyes de la colonia. No importaba cuántos fueran. Estaba preparado para matar a Santiago de Liniers cuando Mariano Moreno se lo ordenara y no le importaba seguramente ver a Cisneros entre las siguientes bajas. Las milicias realistas lo rodearon y quedó indefenso. 

 

Pero, como si se tratase de una novela escrita por Alejandro Dumas o como encarnando a uno de los Hermanos Karamazov de Dostoyevski,  Beruti se convirtió inesperadamente en el protagonista de la revolución. Contaban años después en la Jabonería de Vieytes, que por los recovecos del cabildo, logró rescatar sable en mano a su amigo French. Burló a los hombres de Cisneros y exclamó: “¡si el pueblo vuelve con otras armas, no responderé de nada!”. Huyeron con la rauda premura de los héroes y siguieron adueñándose de la calle hasta el 25.

 

Nada alejó a uno del otro. Ambos tenían las mismas inquietudes, el mismo espíritu impaciente y un único deseo de libertad, a pesar de su origen burgués y su formación militar tradicional.

 

Ahora bien, en 1811, como tantos otros morenistas, French y Beruti fueron expulsados de Buenos Aires. El alzamiento militar de Cornelio Saavedra y Martín Rodríguez los consideró enemigos del estado. El destino de los excluidos era la Patagonia. Ahí los presos políticos hacían el mismo trabajo duro que los prisioneros comunes. Los milicianos de Saavedra sacaron a ambos a los tiros del Café de Marcos, donde se protegían del alzamiento. A Miguel de Azcuénaga, Hipólito Vieytes, Nicolás Rodríguez Peña y Alberti también se los llevaron las milicias esa misma noche. Gran parte de los Chisperos fueron fusilados en San Telmo y los días de gloria se olvidaron. Nadie volvió a hablar de aquellos asuntos, porque hablar, de pronto, por esas cosas que ya entonces tenía la política, se había convertido en un delito.

 

 

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Revista Anteojito, número 32, donde claramente se muestra a French y Beruti como a un par de amigos sensacionales, que salieron a repartir escarapelas en la Plaza de Mayo. La imagen puede encontrarse en http://fanasdegf.blogspot.com/2013/05/revista-anteojito-n32-especial-25-de.html

 

 

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Uno de los últimos ejemplares de Billiken, donde aún se confunde a French y Beruti con los creadores de la escarapela.

 

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La escarapela fue instaurada en 1812 por el Primer Triunvirato, como símbolo nacional de las Provincias Unidas. La iniciativa fue llevada adelante por Manuel Belgrano. El día dedicado a la escarapela, fue instituido recién el 18 de mayo de 1935 por el Consejo Nacional de Educación.

La mitología escolar y las revistas Billiken (creada en 1919) y Anteojito (de 1964), unieron las figuras de French y Beruti al día de la insignia nacional, creyendo que el 18 de mayo elegido por el Consejo, hacía referencia a la semana de la revolución.

 

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Cisneros, sin obstáculo alguno, se dedicó a negociar con un síndico apellidado Leyva y luego, como ya sabemos, con Saavedra. Como era de suponer, llevó consigo el tesoro del Virreinato, el cual, en definitiva, formaba parte del que Belgrano asociaba al oro del Alto Perú. ¿En qué consistía? ¿Por qué llegó sin él a las Islas Canarias? La hermética respuesta, quizás la tuviera Joaquina Carlota. Únicamente dos caminos quedan: que ella lo utilizara para enriquecerse o  tal vez  con semejante fortuna, pagaron los españoles el rescate de Fernando VII. Si esto fuera así, el oro de América, quedó en manos de Napoleón.

 

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La censura en tiempos de la administración de Juan Manuel de Rosas tuvo como protagonista a la Mazorca. Estaba constituida por la policía y causaba terror entre los opositores. Beruti escondió sus memorias entregándolas a uno de sus hijos. El joven pudo proteger la mayor parte de los libros, pero la Mazorca logró hacer desaparecer varios capítulos y arruinar muchos tramos. La lectura de las Memorias de Beruti podía servir como ejemplo a quienes querían levantarse contra Rosas.

Cortesía de : Historias de la Argentina Desconocida

Ciclo publicado por Sergio Prudencstein en Buenos Aires, Argentina